miércoles, 5 de diciembre de 2012

Dios Salve a la Reina, deprisa



En la madrugada del 9 de Julio de 1982, un tal Michael Fagan logró colarse en el Palacio de Buckingham y entrar en el dormitorio de Isabel II. Al ver a un hombre desconocido, sentado a los pies de su cama, mirándola fijamente con los ojos enrojecidos por el alcohol, la soberana del Reino Unido (y de 15 países más) soltó una frase para la historia que bien podría definir aquello de tener flema británica

-Señor, creo que se ha equivocado de habitación.

Fagan, un desempleado irlandés de 31 años, acababa de recibir el alta de un hospital psiquiátrico en Brixton donde había sido ingresado tras intento de suicidio. Deambulando por las calles de Londres, con una buena cantidad de whisky en el cuerpo, no se lo ocurrió otra cosa mejor que ir a ver a su Jefa de Estado para contarle sus problemas.

La cadena de fallos de seguridad que permitió este desquiciante episodio roza el paroxismo. De entrada, ninguno de los famosos guardias que vigilan el palacio vio al borracho de Fagan trepar por la verja. La alarma saltó un par de veces, pero se desconectó pensando que estaba estropeada. Tras escalar por una tubería, Fagan accedió al edificio por una ventana abierta, la del despacho del encargado de seguridad de la Reina, un almirante de la Royal Navy. En esta habitación, se quitó los zapatos y calcetines, el único acto de sigilo que se le ocurrió durante su aventura. Mientras recorría los pasillos buscando a su soberana, Fagan se cortó con un cenicero de cristal dejando un reguero de sangre que, una vez más, nadie vio. Por el camino se cruzó con una de las camareras que le devolvió el saludó como si tal cosa, sin extrañarse ante un desconocido descalzo, sangrando y con un cenicero en la mano.

El intruso acabó por descubrir donde dormía la reina al ver frente a la puerta de una habitación los platos de comida de sus perros Corgi. Una vez dentro, Fagan descorrió el dosel de la cama y se sentó sobre el colchón. Nada más despertarse, y tras decir su británica frase, Isabel II llamó a la policía (tardaron 20 minutos en llegar) y apretó el botón de su cómoda para pedir ayuda (nadie le oyó, sus guardaespaldas estaban paseando a sus perros, o viceversa).

Viéndose totalmente sola, aquella mujer forjada en los rescoldos de la II Guerra Mundial mostró una tranquilidad inaudita. Durante los diez minutos que duró esa particular entrevista, Isabel escuchó los problemas maritales de Michael Fagan, se lamentó de no poder ofrecerle un cigarrillo cuando este se lo pidió y le hizo notar una pequeña coincidencia entre ambos: los dos tenían cuatro hijos. Además, a falta de otro tentempié, ofreció a su espontáneo invitado a unas galletas para perros.

La conversación se terminó al entrar una camarera del servicio. Al ver un loco con un cenicero ensangrentado charlando con su majestad, la mujer salió de la habitación pidiendo a gritos ayuda. Otro empleado de palacio, avisado por la jarana, redujo a Fagan por la fuerza hasta que llegó la policía.

Durante el año 2012, el pueblo británico se ha volcado en conmemorar el Jubileo de Diamantes de Isabel II (60 años en el trono, a falta de tres para superar a la Reina Victoria). Con motivo del acontecimiento, la cadena Sky Arts produjo a principios de año Walking the dogs, un mediometraje sobre el incidente protagonizado por Emma Thompson y Eddie Marsan (el inspector Lestrade de Guy Ritchie). Michael Fagan, actualmente de 61 años, criticó el proyecto por considerarlo una “falta de respeto” hacia la soberana.