martes, 20 de noviembre de 2012

¡Atraco!



Un par de patriotas argentinos, peronistas en el exilio, deben asaltar una joyería madrileña para recuperar las empeñadas joyas de Eva Perón antes de que doña Carmen Polo, esposa de Franco, se haga con ellas.

La nueva película de Eduard Cortés se basa en una de las muchas, aunque siempre poco filmadas, teorías de la conspiración que nutren el imaginario español. Está en concreto nació a partir de un célebre asalto perpetrado por dos ladrones sudamericanos. No es extraño que el productor sea Pedro Costa, recordar que a través de su mítica serie La Huella del Crimen la reciente España democrática pudo reconocerse en los más turbios criminales del país. ¡Atraco! también hace referencia a otro hecho bien conocido, la afición de Carmen Polo de Franco por las joyas (la apodaban La Collares) y su famosa rapacidad (después de morir su esposo arrambló con parte del tesoro del Palacio del Pardo).

La trama bascula entre la comedia durante la primera parte, el policíaco clásico en la segunda mitad y el drama puro y duro en sus últimos minutos. También hay tiempo para una historia de amor protagonizada por la guapa Amaia Salamanca. Demasiados palos que el director toca como puede. ¡Atraco! logró una taquilla espectacular en Argentina y no nos debe extrañar. La película es entretenida, hábil y con momentos muy ingeniosos.

Sin embargo, su lectura de la Historia con mayúsculas,  provoca una reflexión, aunque hay que admitir que la película no busca nada de esto. Mientras que la revisión argentina tiene un tratamiento entrañable (y mitificado), la parte española se empeña en repetir los tópicos de siempre de manera, y esto es lo terrible, típicamente habitual (aunque Cortés tiene el descarado acierto de mostrar una posguerra española de lo más colorista). Por eso, no sorprende que el tramo de los policías españoles enmudezca ante la parte de los atracadores argentinos. Está inusual pareja, encarnada por Nicolás Cabré y un monumental Guillermo Francella, es la que al final se apodera de la pantalla.

Por último un pequeño apunte histórico. Cuando Evita viajó a España en 1947 pidió con su habitual entusiasmo ver a los descamisados españoles, es decir, a los pobres. Los militares franquistas, alarmados por su popularidad, le explicaron aquello que la propaganda del régimen no se cansaba de repetir: En la España de Franco no había pobres.

Respecto a la relación entre Evita y Carmen Polo, una imagen vale más que mil palabras.